domingo, 30 de enero de 2011

Guanajuato


Las memorias de un amor tan gigante
Me hacen de repente hastiarme ... (Aura)


Un lugar pequeño con laberintos de callejones, piedras en paredes y calles, fuentes que se encuentran en medio de la nada, cada rincón de Guanajuato se ha hecho una historia, mística o de amor, de risas y amores escondidos, de aquellas mujeres de clase media alta. Ellas, sin saber que siglos después se convertirían en las protagonistas de la historia turística de aquella mágica ciudad.

Uno caminaba entre la brisa fría que recorría esas murallas de piedra, encontrándose a cada segundo con las sonrisas y versos juveniles de las rondallas, que daban recorridos a los turistas, contando sus fábulas, leyendas, versos y algunos cantos de vez en vez, envalentados por aquel golpe de vino que traían regando de boca en la boca a sus seguidores.

La atmósfera en sepia de aquella población rústica, sus restaurantes románticos con velas, y en el cielo la decoración de los fuegos artificiales, los tumultos de la calle principal, eran todo un espectáculo, que provocaba que el frío se sintiera menos. 


Pues bien, ahí estábamos en Guanajuato, aguardando una cita no programada, bajo el cobijo de  un festival de artes varias, de intercambio cultural, con presentaciones acá y allá, en cada plaza, de cada rincón de Guanajuato. 

Ahí estaba él con su paliacate en la cabeza, blanco según yo, rojo según él, quizá un poco daltónicos los dos, al calor del alcohol extremo. Alto, delgado a mi parecer, ojos claros y confusos, labios de corazón como años después comprobaría. 

Su imagen no duro mucho tiempo en mi mente,  sólo fue como una ilusión entre mis recuerdos. Hasta que se presento de nuevo entre mi realidad, paseando un domingo,  por la plaza principal de Guanajuato, me encontré entre comerciantes y ciudadanos. Paseábamos mis amigas y yo, cuando vimos unas flores de frutas secas, yo observe las flores un instante pero mi atención desapareció cuando vi de nuevo a ese paliacate blanco-rojo, con un par de esas flores en las manos, y volví a ver rostros conocidos de la fiesta pasada, eran ellos, los mismos chicos que habíamos conocido, ahora estaban vendiendo esas flores.  Tampoco intenté hablarte, sólo compre unas flores y seguí mi paso, sin saber que seguirías intermitentemente atravesandote por mis días, el resto de un desfile de años. 

Después pasamos enfrente del teatro, EL GRAN TEATRO BENITO JUÁREZ, hermoso con sus escalones alzados, su columnas románicas, sus letras fuertes y en sepia, pero lo mejor es entrar a ese teatro, toda la decoración es una muestra ostentosa de ese México bañado de Oro y Plata, de muebles de reyes y princesas, con historias de gobernadores y presidentes desfilando entre el pasado y el presente. Sin duda un magnífico lugar, esculpido de historia en cada trozo.

De noche terminamos de nuevo entre los festivales callejeros, de teatro, mimos, acróbatas, músicos y turistas, ahí estábamos todos, disfrutando la risa conjunta, desde los niños de la calle, hasta los niños que iban acompañados de papá y mamá, también estábamos los niños grandes, que queríamos parecer adultos, pero nos dejábamos conquistar por el ambiente infantil de los espectáculos presentados.  




ahí el enigmático Guanajuato lanzó un conjuro de amor, que me dejo encantada con el flechazo de esa mirada, esa chispa reconocible meses después por los dos candidatos a formar una nueva historita de amor escrita en Guanajuato.

Tal vez fueron las horas de la madrugada que nos dieron la idea, tal vez el exceso de alcohol que emanaba de ti, cómo después confesarías, tal vez las calles, la brisa fresca o quizás sólo fue aquel paliacate.

Regrese después de un tiempo a mi realidad y tú a la tuya, nos separaban, como muchos años también lo hicieron, las carreteras, los aviones, las horas, los amigos, los mundos, de forma permanente, así es el destino.
Al volver tenía dos opciones olvidarte o conocerte, opte por la más difícil, los retos siempre me vienen bien. Ahí estábamos frente a un computador noches, horas, sonriendo frente a esta pantalla que hoy mismo ve mis dedos escribir, y mi mirada viendo el pasado para poder recordar, que ya no es tan fácil después de tanto tiempo.

Sólo recuerdo la juventud de aquellos primeros años, las visitas en el aeropuerto, eterno acompañante, tu amabilidad en exceso, mi desatención en contra, tus propuestas y tus risas nerviosas, tus miedos, tus manos inquietas en la mesa, tus ojos tan cambiantes que todavía no alcanzaba a reconocer propios.  Tu camisa negra, tu caminar rápido, citadino, recuerdo poco nuestras pláticas, recuerdo más tu insistencia en vernos cada que yo pisaba ese DF tan tuyo y tan ajeno a mi. Al final aceptaba verte siempre, separaba mis vuelos, esperaba pacientemente, aunque tú y yo sólo fuimos amigos de aeropuerto.

Después de un año, a mi regreso de un viaje, en donde los mails y las pláticas prácticamente se habían quedado olvidadas, decidí dar señales de vida a ese amigo nervioso, tú me aceptaste otra vez tan gustoso, te oías emocionado tras el teléfono, siempre con una sonrisa, siempre tan positivo, yo siempre tan desconfiada, huraña dijeran en mi pueblo.

Así un día llego esa oportunidad de vernos fuera del aeropuerto, confieso que yo estaba más abierta que antes, para dejar que las cosas pasarán, como fue el destino que después nos encontró en un café enfrente de Bellas Artes, en las librerías, “EL BESO” así se llamaba el libro, entre sonrisas y nerviosismos, caminamos, platicamos, hasta que nuestras manos se juntaron, no puedo negar la emoción que tuve al sentir tus dedos largos y delgados entre los míos, tu siempre acariciando mi mano, te veías contento, impresionado de que yo al fin fuera amable.

Te di una hora más, que se convirtió en una noche llena de más y más horas, fuimos al cine, no dejaste de clavar tu mirada en mi, yo me sentía rara y ahora más nerviosa que tú, quién sabe que fue, recuerdo perfecto, que me pediste un abrazo, te pusiste entre mis brazos, sin que yo los moviera. Me sentí como cuando mama t abraza y te hace el más feliz, mi ternura desbordo una lágrima, imaginando a alguien más, pero no era él, eras tú.

Comprendí que no eras tan malo después de todo, que había ternura en ti y buenos sentimientos, llego “el beso”, el más lento que recorrió mi cara primero, hasta que tus labios llegaron suavemente a los míos, me sentí tan especial.

Después de ese beso, no se pudieron detener mis ganas de darte más, una noche en el Ángel, caminando tomando fotos, entre abrazos y besos, las llamadas de tus ex -novias muy amigas tuyas, como muchas que estás acostumbrado a tener.

Al final siempre el afán de no perder la oportunidad de volver a lo conocido, cuando lo nuevo te ha roto las alas. Tal vez ellas en un afán de nunca perder lo que fue propio. Nunca pude entender esa relación, porque no tenía tantos ex – novios, ahora entiendo el miedo a verse solo, y por ello hay que resguardar a los ex – novios, porque siempre están dispuestos a acompañarte en un rato de soledad, lo cuál no justifica que este bien.

Así paso la noche entre pláticas, amigos, bebidas, miradas, me enamore en segundos, o me imagine enamorada para disfrutar cada latir. Pero de nada serviría todo lo que había sentido, días después me llamabas para decirte que te ibas, justamente de donde yo me había regresado unos meses antes. Ahí debí haberte dicho adiós, pero mi corazón terco, siguió con la idea romántica y surrealista que le vendiste en oferta, con tus labios y tus palabras cursis.

Me convertí en otra persona, una más noble, más tonta diría yo, una mujer enamorada, surreal, con sangre en las venas, cursi, llorona, haciendo locuras para escaparse a verte de vez en vez, en contra de mis principios familiares, en contra de todas las voces diciendo estas loca, yo defendía mi acción diciendo estoy enamorada, y lo estaba. 

Así paso el tiempo, las infidelidades, la distancia, las llamadas, los mensajes, las horas de espera, que nunca respondían a mis ganas de verte en nuestro país. Aquel que pario ese conjuro en esa noche mágica de Guanajuato.

Hasta que un día se tenía que terminar el sufrimiento. Hasta que un día mi otro yo me reclamo, pasando de golpe todas las imágenes buenas y malas de la película, poniendo en una báscula los pros y los contras, fui real, dejo de correr la sangre por las venas, y se puso fin a la situación.

Triunfo el yo, sobre “hay que aprender a conjugar en plural”, mire a mi alrededor y estaba sola en una ciudad hermosa, mágica como Guanajuato, más pequeña aún, tenía que disfrutarme y amarme ahí, en el aquí y el ahora.

Tras un fin de semana en Comitán para meditar, reencontrándome con viejos amigos, en un café, “Quiptic”, ahí la decisión se hizo imprescindible.
Volví a mi realidad días después, en esa que todavía seguías tú, me aleje, me escondí, no era difícil, estabas tan lejos que no te darías cuenta, ya nos había pasado antes y tal vez lo sospechaste.
Tú, tan ocupado entre la boda y la llegada de alguien. Unos días después me encontraste, te dije la noticia, no lo podías creer, pero esta vez tú también estabas ya cansado de insistir, de crear el puente que yo siempre rompía. Las lágrimas recorrieron la almohada, por unos minutos, tal vez horas, un llanto ahogado en el silencio, mi único llanto.

Fue difícil imaginarme sin ti, apoderarme de mis pensamientos de nuevo, de ser egoísta y quererme más a mi. Todos tus recuerdos los tenía latentes, tu voz, tu cara, tus frases, tu “allo”, era difícil no pensarte en mi futuro, cuando yo había construido en el imaginario una familia contigo, unos gemelos y tú, con la incertidumbre de la ciudad donde viviríamos.

Ahora ya sólo queda el recuerdo de aquellos pensamientos atolondrados, y en cambio dejó a la mujer que no se adormece por esas palabras cursis. Quedó esa mujer que aprendió a decir te quiero, te amo, sin sentirlo, aunque últimamente me ha dejado un poco vacía.

Al final de todo este gran amor que sentí por ti, sólo puedo decir que admire tu optimismo, envidie tu surrealismo y odie tus mentiras; por mi parte prefiero lo  pragmático, lo real,  aunque en algún futuro próximo creo que volveré a soñar con el amor, a dormir y levantarme con él , a usar mi imaginación y a pensar que existe el hombre perfecto. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario