sábado, 12 de febrero de 2011

la llamada nocturna

suena el teléfono en el bullicio de la noche, sabes que es de casa pero no presientes quien sea, es de madrugada acá, medio día allá, se oye una voz ronca detalladamente tropezada por los años de la garganta, por el desgaste del fogón, del trajín de hacer tamales y pan, hornear todos los días para que pudiese mantener a sus 5 hijos. Se puede reconocer esa voz, aún en la madrugada que al fin había vencido al insomnio, un poco confusa tomas el teléfono, ves la hora, es ella, desde el otro lado preguntandote como estas? tu afirmando que estas bien, que todo marcha bien, que cada día ha mejorado tu posición en esta tierra que ni es tuya ni te hace sentir en paz. seguida de la pregunta, donde estas? tropiezas un poco no sabes que contestar, se lo has dicho antes, pero, entiendes que la edad a veces no permite recordar algunas cosas, vuelves a decirle donde estas, te repite... tan lejos?, y cuando vuelves? y tú dices falta poco, en unos meses, estoy estudiando tú sabes. 
lo siguiente que te dice te deja confusa, claro que ella no puede entenderlo, eran otros días, otras épocas, otras costumbres, como podría entenderlo si se caso a los 15 años, como podría saber que ahora las cosas no son así, no puedes discutirle nada, sólo puedes ser divertida y creativa para poder contestar, a su pregunta.
 ¿cuando vuelves? tienes que hacer una familia ya, debes casarte, tener hijos, no puedes estar sola en la vida.  Tú simulas una sonrisa, porque sabes que nunca lo entenderá, no la culpas, pero sus palabras a veces se sienten ofensivas. 
Sus razones son buenas, me gusta cuando me dice es que no puedes quedarte sola para toda la vida, debes tener a alguien a tu lado, al menos para pelearte, pero para hablar, para q te vea, para que lo veas, no significa que lo ames, realmente ella nunca llego a entender que era el amor, su vida tan difícil solo le hizo ver que habían responsabilidades y que la familia lo es todo, yo la entiendo, ella no. 
y ahí estaba con la pregunta que me vengo haciendo desde hace poco, casi nada, unos cuantos días, con sus noches, ¿volver para cumplir tu papel de mujer a esa ciudad que te vio nacer o quedarte tomando café con el brillo de tus ojos reflejado en la taza, en la soledad de una alcoba? irónico, sé que es tiempo realmente lo quiero, tirar raíces, pero quiero tirarlas bien, ser feliz, cuando tire una a una, cuando me enrosque a la vida con fuerzas, con amor, con todo el corazón para crecer, para dar frutos, para estabilizarme y disfrutar desde ese punto que he elegido, la existencia de mi ser, mi sentido. 

Esa cuerda lanzada por esa voz reconocible desde lejos, me ata y me jala, quiere que yo ya este donde debo, tengo miedo pero es cierto. 
Sólo contesto, pronto, pronto lo haré, no te apures. suspirando y esperando que esa cuerda me lleve a través de las nubes, a encontrar el camino, de vivir mi decisiva soledad que parece el pecado de la sociedad, que encierra la pasión con sus formalismos y burocracias. O bien encontrar a esa persona con quién pueda y tenga el valor de tirar raíces. a veces ser libre es tan imposible, cómo jurar amor eterno, cómo viajar al corazón de esa persona y encontrar si me sigue queriendo tanto.  
pero es tan complicado explicarle esto a mi abuela, que lo único que quiere es ver los nietos preciosos de su nieta mayor, que aunque nunca demostro querer, sabe que la admira por ser una mujer diferente a ella, y que en el fondo, le gusta saber que estoy acá, que soy sus ojos en el universo por un momento. 
casi treinta abuela. 

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