sábado, 16 de abril de 2011

violeta

has sentido una vez esa necesidad de verle los ojos a alguien, acariciar su cabello y dar un beso largo, pues así se sentía Violeta esa noche, sentada en la ventana de su alcoba, viendo la profundidad de la noche oscura, de las estrellas que esta noche no aparecieron ni por equivocación. 
observando esa gran ciudad de luces que se movía al sonido del tambor que sonaba en su tocadiscos viejo, porque a ella las cosas de tecnología no le venían bien, prefería lo ya conocido, así pasaba esa noche, observando, sentada, callada, de repente se levantaba para hacer un movimiento ligero que los tambores le provocaban. Esperando lo que nunca sucedería, esa noche se descifraba larga y solitaria. 
de repente entre sus bailes y pensamientos no lúcidos por las copas de vino tinto que se habían regado en su interior como un baño fresco de mariposas rojas, que revoloteaban por su mente, aturdiendo los sentidos y derramando sus polvos rojos en las mejillas, un sonido se reproducía en contra de los tambores, despertó de su baile de sirena y atendió el teléfono. 
Era una llamada no esperada, o tal vez si, del otro lado se oía esa voz nada ronca, más bien un poco aguda, diciendo Mi amor... en el mismo tono de hace años, donde habían vivido aquella aventura... Violeta despertó de si misma, dijo Hola ¿qué pasa?... él sólo dijo: nada, quería oír tu voz, hace dos años que no te oigo respirar... mmm no esperes respuesta, tengo que dejarte me llaman, adiós. 
Violeta se vio en el espejo con esa cara de preocupación, de angustia, de amor, de pasión por dentro, quería explotar y gritar... "todavía te amo"... sus frases se ahogaron en un suspiro débil al oír a Carmen diciéndole que bajará a cenar. 
Secó sus lágrimas débiles, se puso algo de maquillaje y bajo a la cena. Estando dispuesta en aquella mesa larga ocupada por doce mujeres unas más viejas que otras pero todas bellas, esbeltas, perfectamente arregladas, vestidas y en tacones. 

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